miércoles, 21 de junio de 2017

GESTANDO

Ayer fue uno de esos días que amanecen en gris; cielo y ánimo. Juntos los dos, la luz de tu pensamiento se torna igualmente ceniza. Eso tiene sus pros y sus contras.
Por un lado, cuando el color plomizo te rodea, tu percepción se amplifica, la sensibilidad imprime carácter a tus horas y puedes escuchar mejor el dolor, el desánimo, la languidez en tu propia piel y así escribir con ojos de drama las partes oscuras de la vida que, cuando eres feliz y positivo, no eres capaz de transmitir los duelos en su plena intensidad.
Por otro lado, si despiertas con el día sombrío, incluso con el petricor ajustado a tu olfato, eres incapaz de ver luz en tus minutos; todo te molesta, todo te distrae. Tu tiempo es tiempo perdido en los suburbios de la negatividad.

Y ayer me dio por pensar en mi nueva hija al ver un anuncio que decía a todo color “Descárgate gratis las últimas novedades literarias”; fue lo que me faltaba para presentir temporal en mi ánimo que no se cosía al nuevo día.
Seguramente habrá escritores fecundos, rápidos, ágiles, que con nada se enganchan a un teclado, a una hoja de papel en blanco y crean maravillas sin más; no es mi caso.
Lo normal es que la gestación de una obra literaria, ensayo, poesía, narrativa… lleve sus duelos impresos, sus ausencias, días de sangre en que no ves ni el alba ni el crepúsculo. Días en que como ave de rapiña buscas documentación, meses de claroscuros en los que prende la llama en ti, meses de ceniza en los que tu trabajo se estanca y no avanza por mucho que te empeñes. Horas de absoluta soledad y de ejercicios espirituales en los que te adentras en descuartizar sentimientos…

Yo, cuando comienzo una nueva novela tengo la sensación de tener barro en mis manos, o un lienzo níveo con pinceles y pinturas esperando a mi lado, o un bloque de madera con cincel en ristre… De pronto, ves una pequeña lucecilla y te sujetas a ella; anotas y sigues buceando en tu cabeza, incluso comienzas a manchar el lienzo, a manosear el barro entre tus dedos y no paras hasta que ves ante tus ojos un posible personaje, hasta que sientes que a tu corazón llega una nueva vida y te vistes de ella y vives para ella y terminas siendo ella. Sí, esa persona que vive en cualquier estantería de tu memoria, que viste un día que no recuerdas pero que selló su existencia para que tú la dieras vida en papel.

Se sorprendió la periodista, incluso mis compañeros de tertulia literaria aquel día en que manifesté que yo no regalaba mi obra por respeto a mi trabajo principalmente… ¿Acaso regalarías tus jornadas de trabajo? ¿A qué no? Por propia dignidad, por tu esfuerzo personal y, no nos engañemos, económicamente los escritores desconocidos nadie nos ayuda, somos nosotros quienes tiramos de nuestra cuenta corriente para sufragar el sueño de ser escritor.
Una media de trece meses escribiendo más siete u ocho corrigiendo tú y los que te ayudan a evaluar tu trabajo y a sellar que la historia no haga aguas, no se rompa por ninguna esquina.
Llevo seis capítulos de mi nueva novela mientras se corrige “La ruta de la vainilla”…Seis capítulos en los que cada amanecer me pongo a manosear unas vidas que no logro dar vida, no las hago mías aunque sueñe con ellas, aunque camine, respire e imagine. Sin duda un sobreesfuerzo como haces tú muchas veces en tu trabajo.
¡Por favor, no descargues gratis libros!

Vete a la biblioteca, pídelos prestados, cómpralos… Lo que no te guste para ti, no lo quieras para los demás.

No hay comentarios: