lunes, 7 de mayo de 2018

TODO ESTÁ BIEN


Mauricio se rasca la cabeza, luego los riñones; se ha levantado hoy demasiado perezoso o no tiene motivación alguna por construir un domingo más con ilusión. Se acerca a la nevera y rastrea con la vista qué preparar para comer. Nueces se sienta a su lado en espera que su amo se decante por algún alimento y pille cacho de su decisión. Mauricio se da cuenta y tira de un paquete cualquiera y saca una raja de lomo y se lo da. El perro lo caza al vuelo y le mira agradecido pero al segundo le observa con angustia. Es animal pero percibe que su amo no está bien. Restriega el hocico contra el pantalón de Mauricio y este se agacha.

-Sí, Nueces, hoy no estoy inspirado. Estoy tristón, hoy seremos de los pocos españoles que comemos solos y a ti y a mí nos gusta la familia, ¿verdad? Pero los chicos celebran el día de la madre con la bruja de Manuela…Hay que comprenderlos, es su madre y la quieren, es lógico, Nueces. Que nosotros no la aguantemos, no quiere decir que en mis hijos ese sentimiento exista.

Mauricio suspira y se decanta por una cerveza. Se va a la terraza y se sienta. Mira el cielo azul y piensa que hoy es un día bonito, lástima que esté solo.
Bueno, lleva viviendo cinco años así y vive como Dios. La tranquilidad volvió a su vida después de separarse de Manuela; lo que no entiende como no lo hizo antes… Pereza, desidia, egoísmo, quién sabe. El caso es que no se entendían ni en la cama y aquel fatídico día en que Manuela le montó un número por unas nueces, sí, se había comido unas nueces que ella iba a emplear en un guiso. ¡Vaya tontería! Pero la justa que colmó el vaso después de veinte años de matrimonio y la mandó a tomar por culo. Así, sin más. Ella, toda soberbia, altiva y déspota, eso que la dejaran colgada, sin terceras personas ni nada, significó la guerra; una separación traumática en la que él cedió por el bien de su hijos. Total, le dejó poco más que con los calzoncillos puestos, ¡qué a gusto!, se cogió un apartamento que a duras penas podía pagar, se fue a la perrera a por un perro abandonado, cosa que nunca pudo hacer porque Manuela odiaba los perros y volvió a dormir tranquilo. Los chicos iban todos los domingos a comer con él y Mauricio era feliz. Les ayudaba en todo lo que podía. Incluso llegó a pensar que era mejor padre que antes.
No se echó ni amante ni novias, más mujeres, no, por favor… Recuperó a los amigos que a Manuela como no la caían bien, renunció a ellos y todos los sábados quedaba con ellos a tapear, a tomar unas cervezas, ¿qué más quería? Vivía en paz y feliz cada domingo cuando aparecían sus hijos o entre semana le llamaban con cualquier excusa tonta. Pero hoy…
De repente, Nueces se pone a ladrar como un poseso; llaman a la puerta. Mauricio mira el reloj y ven las seis de la tarde. Se ha dormido, no ha comida, ¿quién llamará?

Se levanta, abre la puerta y…
-¡Papi! Ya hemos comido con mamá, ¿nos invitas a una copa?
Mauricio sonríe, se le escapa la sonrisa por todo su rostro. Nueces salta entre unos y otros mientras la felicidad regresa por un rato al hogar de un divorciado.

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